El mandril se sentía desorientado,
sin saber a dónde ir, sabía que debía caminar dos días por la carretera hasta
llegar a la ciudad. Esta era una única carretera sin desvió llena de curvas que
zigzagueaban en el borde de una montaña; no una montaña peligrosa de desprendimientos de tierra frecuentes, sino
más bien una montaña de esas en las cuales provoca vivir a su pie y sembrar en
su impredecible terreno.
La incertidumbre acechaba su
cabeza, como las moscas rodeaban una banana podrida que estaba tan cerca de él,
tan solo separada por la verja de metal que dividía las grandes extensiones de
terreno que cubría el gran bananal.
<< Si fuera una mosca me
sentiría satisfecha con tan solo un pedazo muy mínimo de esa banana pensó. >>
El estomago le rugía y el viaje que le
esperaba era muy largo y como si no fuera suficiente nubarrones amenazaban con
tirar todas sus gotas sobre el si no se refugiaba rápido. Nuestro pequeño
mandril sintió miedo, miedo de perder lo único que tenía: una hoja de papel,
pero para él en el fondo significaba mucho más que una simple hoja
Era la oportunidad de ver a esa chica otra
vez, la oportunidad de pedir ayuda a ese tal “centro de ayuda animal” esto era
lo único que le daba algún sentido a su vida, nunca antes se había sentido con
algún propósito ni siquiera para sembrar, ya que el señor Burritiguiris le daba
la cantidad de bananas suficientes.
Su olfato le advirtió de la caída
de la lluvia a 100 metros de distancia y le dio suficiente tiempo para
reaccionar antes de mojarse. El joven mandril de un salto subió la verja y se
dejo caer dentro de los terrenos del bananal se apresuro a refugiarse en uno de
los tantos arboles de banano con hojas grandes y frondosas que le protegerían
de la lluvia, el mandril doblo las hojas de papel y las coloco debajo de su
sombrerito tratando de protegerlo lo mayor que estuviera en su posibilidad. Fue
como un rugir de tigre o el sonar de una orquesta el sonido que causaban las
gotas de lluvia al precipitarse sobre las hojas, en pocos minutos una cortina
de agua cubría al mandril que se coloco de pie con la espalda al tronco del
árbol para resguardarse lo mayor posible…
A lo lejos…
—Abuelito hay un mandril gigante en nuestro
terreno -dijo el niño alarmado a su abuelo mientras observaba atreves de unos
binoculares al mandril estando en la comodidad de su cabaña en el centro de el
gran terreno-.
—Pásame los binoculares a ver muchachongo
Observo por los binoculares y vio
al mandril haciendo movimientos extraños, hacia movimientos más bien de
orangután sacudiéndose la cabeza y a decir verdad parecía estar convulsionando.
—Búscame la escopeta y tráigame
las botas chamal esta noche comemos mandril al horno.
El cuidador del gran bananal
salió corriendo y daba la impresión de que mientras más se acercaba al señor
mandril la lluvia se detenía…
— ¿Qué demonios hace metio usted
en nuestro terreno?
—Ayuda, ayuda! Por favor-decía el
mandril-.
— ¿Ayuda? Estas tú tomándome el
pelo sabiendo que soy calvo…
—Auxilio por favor, ¡pica pica
pica mi espalda pica!...
—Si me entero que miente lo
coloco de cena esta noche! Muéstreme donde le pica!
El joven Mandril le mostro al
Cuidador del bananal el área que le picaba y era evidente una gran irritación en
ese lugar, sintió lastima el señor y decidió que lo más conveniente era
llevarlo a su cabaña pues de no ser por el señor Mandril no se había dado
cuenta de un asunto de gran relevancia para él: las plantas del banano tenían
un hongo, un hongo que impediría fácilmente el crecimiento de la planta y de
haberlo omitido estaría en riesgo su trabajo y su reputación ya que de él
dependía la gran corporación Banana`s…
Cargaba al mandril en su hombro.
Sin colaborar el mandril se negaba a aferrarse solo por fijarse el sombrero a
la cabeza, era muy incomodo cargarlo. Al llegar el señor lo dejo en el medio de
su pequeña cabaña boca abajo, sentía tanto dolor el señor mandril que babeaba.
El guardia del gran bananal pronto saco de un gabinete un gran mortero y dos
frascos, coloco un poco de cada hierba en el mortero y comenzó a machacar. Al
cabo de unos minutos se acerco al mandril con las manos llenas de este gran
revoltijo y le aplico a la espalda del mandril en forma circular desde el área más
afectada hasta otras sin tanto daño, pero nuestro mandril sentía profunda
irritación y dolor…
En el piso tirado, el mandril abrió
los ojos lo mas que pudo, observo el sombrero de paja en el suelo de madera de
la cabaña con el papel doblado intacto y se sintió más tranquilo, hecho una
última vista a su alrededor antes de quedarse dormido, este era un mandril muy
perezoso…
—¿Abuelo lo perderemos?-pregunto
el chiquillo con cierto sentimentalismo-.
—No lo sé, generalmente los síntomas no se agravan hasta
el desmayo pero quizás esta es la excepción, siempre hay una para todas hijo
recuérdalo…
Nuestro señor mandril despertó
temprano en la mañana su malestar había desaparecido y aun el sol no salía. El señor guardián y el chico
no se despertaban, estaba confundido y fue a la pequeña cocina cuando lo vio.
Sus ojos se pusieron amarillos, tan amarillos como lo que él estaba viendo era
el racimo de bananas más grande que había visto en su vida extendió su mano
para tomar una y de forma abrupta sacudió la cabeza…
<<Las cosas no son tan
fáciles, no para mi>> observo a su alrededor y se dio cuenta que no
estaba en su cueva, un par de segundos después recordó que ya no tenía cueva y
mucho menos bananas, vio la escopeta arrecostada en una de las esquina y pensó
que quizás estaba en casa de un cazador…
—Bue..
—No me mate, no por favor no, no me mate aun
tengo mucha vida por comer, quiero decir muchas bananas por vivir!
—Hey cálmate, no vengo a haceros
daño –explicaba el anciano su rostro trasmitía calidez y sinceridad-. Ayer
sufriste una alergia a un hongo de la planta del banano, mi intención no fue
hacerte daño, pensé que eras de una de esas manadas lideradas por Malandril el
mandril ladrón, pero no me costó mucho ver en ti tu buen corazón y buena fe, se
que ahora te encuentras un poco mejor y simplemente te diré que no puedes
quedarte aquí…
El señor Mandril recordó ahora
todo con más claridad y se sintió profundamente agradecido por el cuidado hecho
por este señor, quería entregarle todas las bananas que había visto pero no
eran de él esto lo puso un poco triste…
—Puedo ver que tienes hambre,
come todas las bananas que quieras antes de irte
—Oh bueno… gracias pero tengo un
inconveniente: las bananas que están ahí no son todas las que quisiera…
Y de pronto lo recordó:
— ¿Dónde está mi
sombrero?-pregunto alarmado-.
—Hey tranquilo señor mandril está
en la sala sobre el mueble, no pude evitar ver el documento que tenia y no hace
falta ser muy listo para darse cuenta de que usted no tiene relación alguna con
ellos, me gustaría saber cuáles son sus intenciones protegiendo esos papeles
acaso son robados…
El señor Mandril le conto al
señor protector del bananal todo lo que le había ocurrido sin mentirle y
tratando de no omitir los detalles de poca relevancia; el señor protector tenía
algo que decirle algo que le sería de gran ayuda sin embargo no pensó que fuera
tan prudente decírselo y confiar en un posible mandril salvaje con trauma
psicológico post perdida de sus padres, lo que tenía que decirle le podía
ahorrar muchísimo tiempo en su intención de ir a entregarle el papel a esa
chica. Mientras hablaban el mandril comía banana tras banana la mañana avanzo
hasta llegar al medio día y el señor le recordó a nuestro señor Mandril (el
cual ya estaba acostado en el sofá de manera muy cómoda) que debía irse.
El mandril se levanto y le dio un
fuerte abrazo al anciano, se despidió del chiquillo con un fuerte apretón de
manos y con mucho que agradecerle aun, camino hacia la puerta y se marcho…
El viento soplaba al medio día
dándole un aire fresco a la tarde, el mandril caminaba entre grandes hojas de
plantas de banana que aun no daban frutos y se imagino siendo dueño de todas
esas tierra y poder comer bananas hasta reventar mientras se bañaba en el charquito…
Camino unos 10 minutos que de
haberlos corrido hubieran sido solo 2 pero no tenía mucha prisa y vio la verja
de al menos un metro y medio de alto, la que había tenido que saltar de un
golpe y justo cuando iba a saltar para salir de las tierras del gran bananal lo
recordó…
<<Como podía ser tan tonto,
olvide el sombrero y la hoja de papel, quizás pueda aprovechar para comer un
par de bananas al estar allá>>
Así pues nuestro mandril se
devolvió, el viento soplaba a su favor distraído, fantaseando una vez más con
ser dueño de todo ese terreno, lo saco de su fantasía un grito a lo lejos y un
sonido fuerte: PUMP!
Se apresuro a correr hacia la
casa lo más rápido que un mandril podría correr; estaba ya llegando a la casa
cuando de pronto un gran mandril con la cara roja corriendo en su dirección sin
intención de detenerse chocaron y le impactaba tan fuerte que ambos se alejaron
un par de metros, el otro mandril se incorporo más rápido y se abalanzo sobre
nuestro pequeño mandril y con un fuerte rugido alzando su garra se disponía a
golpear…
Dentro de la casa la situación
era diferente, tres mandriles rodeaban al señor y al cazador…
—Dame las bananas o no tendremos
que comer otra cosa, que a tu querido nieto…
—No! salgan de aquí váyanse no ha
sido buena la temporada, no tengo para pagarles la cuota de bananas no esta vez
pero les prometo que… les prometo que para el próximo mes si tendré suficiente…
—Para nuestro líder Malandril
nunca hay suficiente; el mandril se abalanzo sobre su nieto lo tomo entre sus brazos
y corrió hacia la puerta…
El anciano no se atrevía a disparar
su arma por el riesgo de afectar a su nieto pero a lo lejos de la puerta vio el
forcejeo que tenía el mandril con el gran mandril MALANDRIL! Apunto su arma con mucho rencor hacia donde estaban los dos
mandriles y casi con lágrimas en los ojos, disparo.