martes, 16 de abril de 2013

Capitulo 3


El mandril se sentía desorientado, sin saber a dónde ir, sabía que debía caminar dos días por la carretera hasta llegar a la ciudad. Esta era una única carretera sin desvió llena de curvas que zigzagueaban en el borde de una montaña; no una montaña peligrosa de desprendimientos de tierra frecuentes, sino más bien una montaña de esas en las cuales provoca vivir a su pie y sembrar en su impredecible terreno.
La incertidumbre acechaba su cabeza, como las moscas rodeaban una banana podrida que estaba tan cerca de él, tan solo separada por la verja de metal que dividía las grandes extensiones de terreno que cubría el gran bananal.

<< Si fuera una mosca me sentiría satisfecha con tan solo un pedazo muy mínimo de esa banana pensó. >>
 El estomago le rugía y el viaje que le esperaba era muy largo y como si no fuera suficiente nubarrones amenazaban con tirar todas sus gotas sobre el si no se refugiaba rápido. Nuestro pequeño mandril sintió miedo, miedo de perder lo único que tenía: una hoja de papel, pero para él en el fondo significaba mucho más que una simple hoja

 Era la oportunidad de ver a esa chica otra vez, la oportunidad de pedir ayuda a ese tal “centro de ayuda animal” esto era lo único que le daba algún sentido a su vida, nunca antes se había sentido con algún propósito ni siquiera para sembrar, ya que el señor Burritiguiris le daba la cantidad de bananas suficientes.
Su olfato le advirtió de la caída de la lluvia a 100 metros de distancia y le dio suficiente tiempo para reaccionar antes de mojarse. El joven mandril de un salto subió la verja y se dejo caer dentro de los terrenos del bananal se apresuro a refugiarse en uno de los tantos arboles de banano con hojas grandes y frondosas que le protegerían de la lluvia, el mandril doblo las hojas de papel y las coloco debajo de su sombrerito tratando de protegerlo lo mayor que estuviera en su posibilidad. Fue como un rugir de tigre o el sonar de una orquesta el sonido que causaban las gotas de lluvia al precipitarse sobre las hojas, en pocos minutos una cortina de agua cubría al mandril que se coloco de pie con la espalda al tronco del árbol para resguardarse lo mayor posible…
  A lo lejos…

 —Abuelito hay un mandril gigante en nuestro terreno -dijo el niño alarmado a su abuelo mientras observaba atreves de unos binoculares al mandril estando en la comodidad de su cabaña en el centro de el gran terreno-.
 —Pásame los binoculares a ver muchachongo
Observo por los binoculares y vio al mandril haciendo movimientos extraños, hacia movimientos más bien de orangután sacudiéndose la cabeza y a decir verdad parecía estar convulsionando.
—Búscame la escopeta y tráigame las botas chamal esta noche comemos mandril al horno.
El cuidador del gran bananal salió corriendo y daba la impresión de que mientras más se acercaba al señor mandril la lluvia se detenía…
— ¿Qué demonios hace metio usted en nuestro terreno?
—Ayuda, ayuda! Por favor-decía el mandril-.
— ¿Ayuda? Estas tú tomándome el pelo sabiendo que soy calvo…
—Auxilio por favor, ¡pica pica pica mi espalda pica!...
—Si me entero que miente lo coloco de cena esta noche! Muéstreme donde le pica!
El joven Mandril le mostro al Cuidador del bananal el área que le picaba y era evidente una gran irritación en ese lugar, sintió lastima el señor y decidió que lo más conveniente era llevarlo a su cabaña pues de no ser por el señor Mandril no se había dado cuenta de un asunto de gran relevancia para él: las plantas del banano tenían un hongo, un hongo que impediría fácilmente el crecimiento de la planta y de haberlo omitido estaría en riesgo su trabajo y su reputación ya que de él dependía la gran corporación Banana`s…
Cargaba al mandril en su hombro. Sin colaborar el mandril se negaba a aferrarse solo por fijarse el sombrero a la cabeza, era muy incomodo cargarlo. Al llegar el señor lo dejo en el medio de su pequeña cabaña boca abajo, sentía tanto dolor el señor mandril que babeaba. El guardia del gran bananal pronto saco de un gabinete un gran mortero y dos frascos, coloco un poco de cada hierba en el mortero y comenzó a machacar. Al cabo de unos minutos se acerco al mandril con las manos llenas de este gran revoltijo y le aplico a la espalda del mandril en forma circular desde el área más afectada hasta otras sin tanto daño, pero nuestro mandril sentía profunda irritación y dolor…

En el piso tirado, el mandril abrió los ojos lo mas que pudo, observo el sombrero de paja en el suelo de madera de la cabaña con el papel doblado intacto y se sintió más tranquilo, hecho una última vista a su alrededor antes de quedarse dormido, este era un mandril muy perezoso…
—¿Abuelo lo perderemos?-pregunto el chiquillo con cierto sentimentalismo-.
—No lo sé,  generalmente los síntomas no se agravan hasta el desmayo pero quizás esta es la excepción, siempre hay una para todas hijo recuérdalo…
Nuestro señor mandril despertó temprano en la mañana su malestar había desaparecido y aun  el sol no salía. El señor guardián y el chico no se despertaban, estaba confundido y fue a la pequeña cocina cuando lo vio. Sus ojos se pusieron amarillos, tan amarillos como lo que él estaba viendo era el racimo de bananas más grande que había visto en su vida extendió su mano para tomar una y de forma abrupta sacudió la cabeza…
<<Las cosas no son tan fáciles, no para mi>> observo a su alrededor y se dio cuenta que no estaba en su cueva, un par de segundos después recordó que ya no tenía cueva y mucho menos bananas, vio la escopeta arrecostada en una de las esquina y pensó que quizás estaba en casa de un cazador…
  —Bue..
 —No me mate, no por favor no, no me mate aun tengo mucha vida por comer, quiero decir muchas bananas por vivir!
—Hey cálmate, no vengo a haceros daño –explicaba el anciano su rostro trasmitía calidez y sinceridad-. Ayer sufriste una alergia a un hongo de la planta del banano, mi intención no fue hacerte daño, pensé que eras de una de esas manadas lideradas por Malandril el mandril ladrón, pero no me costó mucho ver en ti tu buen corazón y buena fe, se que ahora te encuentras un poco mejor y simplemente te diré que no puedes quedarte aquí…
El señor Mandril recordó ahora todo con más claridad y se sintió profundamente agradecido por el cuidado hecho por este señor, quería entregarle todas las bananas que había visto pero no eran de él esto lo puso un poco triste…
—Puedo ver que tienes hambre, come todas las bananas que quieras antes de irte
—Oh bueno… gracias pero tengo un inconveniente: las bananas que están ahí no son todas las que quisiera…
Y de pronto lo recordó:
— ¿Dónde está mi sombrero?-pregunto alarmado-.
—Hey tranquilo señor mandril está en la sala sobre el mueble, no pude evitar ver el documento que tenia y no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que usted no tiene relación alguna con ellos, me gustaría saber cuáles son sus intenciones protegiendo esos papeles acaso son robados…
El señor Mandril le conto al señor protector del bananal todo lo que le había ocurrido sin mentirle y tratando de no omitir los detalles de poca relevancia; el señor protector tenía algo que decirle algo que le sería de gran ayuda sin embargo no pensó que fuera tan prudente decírselo y confiar en un posible mandril salvaje con trauma psicológico post perdida de sus padres, lo que tenía que decirle le podía ahorrar muchísimo tiempo en su intención de ir a entregarle el papel a esa chica. Mientras hablaban el mandril comía banana tras banana la mañana avanzo hasta llegar al medio día y el señor le recordó a nuestro señor Mandril (el cual ya estaba acostado en el sofá de manera muy cómoda) que debía irse.

El mandril se levanto y le dio un fuerte abrazo al anciano, se despidió del chiquillo con un fuerte apretón de manos y con mucho que agradecerle aun, camino hacia la puerta y se marcho…
El viento soplaba al medio día dándole un aire fresco a la tarde, el mandril caminaba entre grandes hojas de plantas de banana que aun no daban frutos y se imagino siendo dueño de todas esas tierra y poder comer bananas hasta reventar mientras se bañaba en el  charquito…

Camino unos 10 minutos que de haberlos corrido hubieran sido solo 2 pero no tenía mucha prisa y vio la verja de al menos un metro y medio de alto, la que había tenido que saltar de un golpe y justo cuando iba a saltar para salir de las tierras del gran bananal lo recordó…
<<Como podía ser tan tonto, olvide el sombrero y la hoja de papel, quizás pueda aprovechar para comer un par de bananas al estar allá>>

Así pues nuestro mandril se devolvió, el viento soplaba a su favor distraído, fantaseando una vez más con ser dueño de todo ese terreno, lo saco de su fantasía un grito a lo lejos y un sonido fuerte: PUMP!
Se apresuro a correr hacia la casa lo más rápido que un mandril podría correr; estaba ya llegando a la casa cuando de pronto un gran mandril con la cara roja corriendo en su dirección sin intención de detenerse chocaron y le impactaba tan fuerte que ambos se alejaron un par de metros, el otro mandril se incorporo más rápido y se abalanzo sobre nuestro pequeño mandril y con un fuerte rugido alzando su garra se disponía a golpear…
Dentro de la casa la situación era diferente, tres mandriles rodeaban al señor y al cazador…
—Dame las bananas o no tendremos que comer otra cosa, que a tu querido nieto…
—No! salgan de aquí váyanse no ha sido buena la temporada, no tengo para pagarles la cuota de bananas no esta vez pero les prometo que… les prometo que para el próximo mes si tendré suficiente…
—Para nuestro líder Malandril nunca hay suficiente; el mandril se abalanzo sobre su nieto lo tomo entre sus brazos y corrió hacia la puerta…
El anciano no se atrevía a disparar su arma por el riesgo de afectar a su nieto pero a lo lejos de la puerta vio el forcejeo que tenía el mandril con el gran mandril MALANDRIL!  Apunto su arma con mucho rencor hacia donde estaban los dos mandriles y casi con lágrimas en los ojos, disparo.



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