martes, 26 de febrero de 2013

Capitulo 2

Nuestro pequeño mandril despertó temprano en la mañana como acostumbraba, siendo su primer pensamiento en la mente la joven que lo había visitado el día anterior; había sido una noche tranquila y cálida. Se dirigió a la pequeña mesa que le servía de cocina para servirse un buen plato de su comida preferida: ensalada de banana y cuando abrió la gaveta, recordó que ya no tenía ninguna y que la última que le quedaba se la había entregado a la joven. 

Había un sujeto en el mercado que le cambiaba las cascaras de bananas por bananas nuevas en relación de tres cascaras por una banana, no sabía en ciencia cierta para que las utilizaba pero al señor Mandril le parecía un trato más que justo pero esta vez, el no tenia tampoco cascaras de bananas, así que por su parte decidió ir al mercado a pedirle un préstamo al señor de las bananas. El mercado le quedaba a 20 minutos caminando; era un lugar donde habían muchas personas y la mayoría no dispuesta a hablar con nuestro señor mandril.

Se coloco su mejor sombrero de mandril y decidió ir con rumbo al mercado. Salió de la cueva y dio unas cuantas zancadas mientras observaba el cielo un poco nublado, luego miro al final de la calle solo estaba un burro que caminaba hacia su dirección. El señor Mandril detallo bien al animal que venía caminando y lo vio directamente, era el señor Burritiguiris.

  —Oh no…-pensó- es él, no otra vez
  —Debo esconder todas mis bananas todas -Se dijo con cierta paranoia-

Dio media vuelta con disimulo y recordó que no tenía ninguna banana y por eso había salido, pensó en seguir su camino pero se imagino que burritiguiris pensaría en su interior que era muy torpe al darse vuelta y regresar sin sentido; el orgullo pudo más que su necesidad de aprovechar la mañana para pedir bananas.
Entro en la cueva y observo rápidamente todas sus sencillas pertenencias las contó como pudo para saber si el señor burritiguiris se pudiera haber llevado una en el momento de irse. Esto igual no le aseguraba nada pues su habilidad con los números no era buena.

Una voz muy chillona casi infantil rompió el silencio que había en la cueva…

 —Buenos días señor Mandril –saludo el burro al señor Mandril sin verlo a la cara, solo veía todo a su alrededor-
 —Oh bueno… buenos días señor burritiguiris ¿que haces por aquí?
-Bueno, venía a ver como estabas tú. ¿Dónde están las bananas? –pregunto mientras revisaba la gaveta vacía…
—Pues es que no tengo la verdad iba hacia el mercado a por un préstamo para comer y tengo mucha hambre la verdad.
 —Oh, quizás podría prestarte. ¡SI NO FUERA POR QUE NO ME DEBIERAS DINERO!
El señor Mandril sintió como una fuerte y fría lluvia de invierno las palabras de burritiguiris y en ese momento recordó las 23 veces que el señor burritiguiris le había prestado dinero para comprarse bananas, un préstamo cada mes y cada vez lo suficiente para un mes lo que equivalía a que el señor burritiguiris había mantenido la alimentación de el señor Mandril por casi dos años y los intereses eran exorbitantes…
 —Bueno usted podría prestarme un poco más, es que la verdad no puedo vivir sin comer y tampoco podría reunir dinero para pagarle si no como, así que, por que no mejor me prestas esta vez para dos meses y así te ahorra las visita. –El señor mandril intentaba explicar su necesidad de una manera muy sencilla-.
 —Pues veras señor mandril -hablaba mientras observaba todos y cada uno de los rincones de la cueva- ya no vengo a prestarle, de manera honesta vengo a pedirle el documento de propiedad; como vera fui al centro de ayuda animal y manifesté tu caso ellos me dijeron que en caso de no tener dinero, debía quedarme con su propiedad…
Un silencio se escucho en la cueva…
 —¿Soy su animal ahora o algo así?
<<Jajaja! que tonto es el señor Burritiguiris si ahora le pertenezco significa que igual tendrá que alimentarme, como no haberlo entendido antes>> el grito del señor burritiguiris lo saco de su fantasía.
 —No mandril burro! Significa que ahora tu cueva me pertenece, ¿entiendes? Es mía!.
El eco en la cueva por el grito se repitió varias veces pero más veces se repitió en la cabeza de nuestro ahora desgraciado señor Mandril.
 —Señor burritiguiris, por favor no puede hacerme esto, mis padres han salido y debo esperarlos aquí en la cueva o como ellos la llamaban: “El nido”…
 —Esta “cuevita”-hizo énfasis en cuevita y además lo pronuncio con tono infantil- es ahora mía y ya Mandril para nadie es un secreto que tus padres están…
 —Está bien señor burritiguiris, me iré pero por favor un último favor, por favor…
El señor Mandril le mostró al burro lo que decía el papel y le menciono lo del censo el día anterior a diferencia de el, el si sabía leer a la perfección.
 —Bueno básicamente es el trabajo de la joven que te visito ayer, literalmente tendría que hacerlo todo otra vez sin esta hoja de papel.-explico el burro al señor Mandril.
 —¿Podrías decirme donde queda este lugar? –Señalo el membrete que mostraba el logo grande del centro de ayuda animal-
 —Pues queda lejos mi estimado señor Mandril, se que tu cerebro podrido no podrá recordar lo que te diré cuando pase el medio día, solo para que lo recuerdes, te diré que está justo al lado de la empresa más grande BANANERA del país, justo al lado, para llegar tienes que caminar 2 días por la carretera solitaria.
 —Oh bueno está bien…

El señor mandril observo fijamente todos los rincones de su cueva tomando fotografías mentales del lugar en el que había estado desde el momento en que nació, dio la media vuelta y partió…

Salió del umbral y por primera vez en su vida se preocupo por su futuro y que sería de él; no tenía nada con él, solo su sombrero, la hoja que había olvidado la joven y un hambre como nunca antes había tenido; anoche no había cenado y tampoco desayunado sin embargo sentía igual preocupación por su alimentación que por entregarle el folio a esa joven.









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