Nuestro pequeño mandril despertó
temprano en la mañana como acostumbraba, siendo su primer pensamiento en la
mente la joven que lo había visitado el día anterior; había sido una noche
tranquila y cálida. Se dirigió a la pequeña mesa que le servía de cocina para
servirse un buen plato de su comida preferida: ensalada de banana y cuando
abrió la gaveta, recordó que ya no tenía ninguna y que la última que le quedaba
se la había entregado a la joven.
Había un sujeto en el mercado que le cambiaba
las cascaras de bananas por bananas nuevas en relación de tres cascaras por una
banana, no sabía en ciencia cierta para que las utilizaba pero al señor Mandril
le parecía un trato más que justo pero esta vez, el no tenia tampoco cascaras
de bananas, así que por su parte decidió ir al mercado a pedirle un préstamo al
señor de las bananas. El mercado le quedaba a 20 minutos caminando; era un
lugar donde habían muchas personas y la mayoría no dispuesta a hablar con
nuestro señor mandril.
Se coloco su mejor sombrero de
mandril y decidió ir con rumbo al mercado. Salió de la cueva y dio unas
cuantas zancadas mientras observaba el cielo un poco nublado, luego miro al final de
la calle solo estaba un burro que caminaba hacia su dirección. El señor Mandril
detallo bien al animal que venía caminando y lo vio directamente, era el señor
Burritiguiris.
—Oh no…-pensó- es él, no otra vez
—Debo esconder todas mis
bananas todas -Se dijo con cierta paranoia-
Dio media vuelta con disimulo y recordó que no tenía
ninguna banana y por eso había salido, pensó en seguir su camino pero se
imagino que burritiguiris pensaría en su interior que era muy torpe al darse
vuelta y regresar sin sentido; el orgullo pudo más que su necesidad de
aprovechar la mañana para pedir bananas.
Entro en la cueva y observo
rápidamente todas sus sencillas pertenencias las contó como pudo para saber si
el señor burritiguiris se pudiera haber llevado una en el momento de irse. Esto
igual no le aseguraba nada pues su habilidad con los números no era buena.
Una voz muy chillona casi
infantil rompió el silencio que había en la cueva…
—Buenos días señor Mandril –saludo el burro al
señor Mandril sin verlo a la cara, solo veía todo a su alrededor-
—Oh bueno… buenos días señor burritiguiris
¿que haces por aquí?
-Bueno, venía a ver como estabas tú.
¿Dónde están las bananas? –pregunto mientras revisaba la gaveta vacía…
—Pues es que no tengo la verdad
iba hacia el mercado a por un préstamo para comer y tengo mucha hambre la
verdad.
—Oh, quizás podría prestarte. ¡SI NO FUERA POR
QUE NO ME DEBIERAS DINERO!
El señor Mandril sintió como una
fuerte y fría lluvia de invierno las palabras de burritiguiris y en ese momento
recordó las 23 veces que el señor burritiguiris le había prestado dinero para
comprarse bananas, un préstamo cada mes y cada vez lo suficiente para un mes lo
que equivalía a que el señor burritiguiris había mantenido la alimentación de
el señor Mandril por casi dos años y los intereses eran exorbitantes…
—Bueno usted podría prestarme un poco más, es
que la verdad no puedo vivir sin comer y tampoco podría reunir dinero para
pagarle si no como, así que, por que no mejor me prestas esta vez para dos
meses y así te ahorra las visita. –El señor mandril intentaba explicar su
necesidad de una manera muy sencilla-.
—Pues veras señor mandril -hablaba mientras
observaba todos y cada uno de los rincones de la cueva- ya no vengo a
prestarle, de manera honesta vengo a pedirle el documento de propiedad; como
vera fui al centro de ayuda animal y manifesté tu caso ellos me dijeron que en
caso de no tener dinero, debía quedarme con su propiedad…
Un silencio se escucho en la
cueva…
—¿Soy su animal ahora o algo así?
<<Jajaja! que tonto es el
señor Burritiguiris si ahora le pertenezco significa que igual tendrá que
alimentarme, como no haberlo entendido antes>> el grito del señor
burritiguiris lo saco de su fantasía.
—No mandril burro! Significa que ahora tu
cueva me pertenece, ¿entiendes? Es mía!.
El eco en la cueva por el grito
se repitió varias veces pero más veces se repitió en la cabeza de nuestro ahora
desgraciado señor Mandril.
—Señor burritiguiris, por favor no puede
hacerme esto, mis padres han salido y debo esperarlos aquí en la cueva o como
ellos la llamaban: “El nido”…
—Esta “cuevita”-hizo énfasis en cuevita y
además lo pronuncio con tono infantil- es ahora mía y ya Mandril para nadie es
un secreto que tus padres están…
—Está bien señor burritiguiris, me iré pero
por favor un último favor, por favor…
El señor Mandril le mostró al
burro lo que decía el papel y le menciono lo del censo el día anterior a
diferencia de el, el si sabía leer a la perfección.
—Bueno básicamente es el trabajo de la joven
que te visito ayer, literalmente tendría que hacerlo todo otra vez sin esta
hoja de papel.-explico el burro al señor Mandril.
—¿Podrías decirme donde queda este lugar?
–Señalo el membrete que mostraba el logo grande del centro de ayuda animal-
—Pues queda lejos mi estimado señor Mandril,
se que tu cerebro podrido no podrá recordar lo que te diré cuando pase el medio
día, solo para que lo recuerdes, te diré que está justo al lado de la empresa más
grande BANANERA del país, justo al lado, para llegar tienes que caminar 2 días
por la carretera solitaria.
—Oh bueno está bien…
El señor mandril observo
fijamente todos los rincones de su cueva tomando fotografías mentales del lugar
en el que había estado desde el momento en que nació, dio la media vuelta y
partió…
Salió del umbral y por primera
vez en su vida se preocupo por su futuro y que sería de él; no tenía nada con él,
solo su sombrero, la hoja que había olvidado la joven y un hambre como nunca
antes había tenido; anoche no había cenado y tampoco desayunado sin embargo
sentía igual preocupación por su alimentación que por entregarle el folio a esa
joven.
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